Edición Española
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    Manuel Reina

    La gota de sangre

    Sentados en la gótica ventana
    estábamos tú y yo, mi antigua amante;
    tú, de hermosura y de placer, radiante;
    yo, absorto en tu belleza soberana.

    Al ver tu fresca juventud lozana,
    una abeja lasciva y susurrante
    clavó su oculto dardo penetrante
    en tu seno gentil de nieve y grana.

    Viva gota de sangre transparente
    sobre tu piel rosada y hechicera
    brilló como un rubí resplandeciente.

    Mi ansioso labio en la pequeña herida
    estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera,
    que aquella gota envenenó mi vida!




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